Todo quedó hecho un desastre cuando morí, aunque me joda admitirlo, el mundo no se desordenó demasiado.
Mi madre pasó seis años tomando antidepresivos, pudo hacer vida normal; mis hermanos lo superaron al par de años.
La chica de la que me enamoré se enteró al par de semanas, dijo que le daba igual; dos semanas sin dormir.
Pude ver desde el otro barrio por qué esa chica no me hacía caso, y era simple, pero estaba tan ciego que no lo quise ver.
No quedó nada de mi, un ramo de flores de plástico, el recuerdo de mis últimos sufrimientos y un eterno hueco, flores ya marchitas, una tumba más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario