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viernes, 15 de febrero de 2013

Colgante, capucha , y soledad


Caminaba, estaba lloviendo. Y yo de nuevo sin paraguas, con la capucha puesta y mirando al suelo, mucho camino que recorrer y muchas cosas en las que pensar. Demasiadas, me siento una especie de pequeño veterano con tantos problemas y angustias propias de la gente mayor.
Incluso podríamos decir que parezco uno más de ellos... las calles están vacías, puedo sentir la forma en la que el interior de cada una de las personas que me cruzo grita desesperadamente que, algún día, cuando eran pequeños, sus mentes formularon un sueño y que aún lo quieren conseguir, pero su físico cada vez les va fallando más y, los gastos, facturas y trabajos mal remunerados no les dejan seguir soñando como siempre quisieron. ¿Acabaría yo convirtiéndome en otro de ellos?...

Un pitido de coche me despierta de lo que estoy pensando. Es mi amigo del alma, que ha venido a buscarme en coche. Sus ojos me relatan una larga historia de preocupación por mi. Estaría preocupado por haberme visto marchar de la fiesta después de encontrarme con mi primer amor. Aún así, decido preguntar:
—¿Qué te trae por aquí?.
—Monta, anda; que te llevo a casa.
—Paso. Gracias, pero prefiero estar solo lo que queda de día. Mejor aclarar un par de cosas aunque me pille una pulmonía.
Se encoge de hombros y se pierde en el horizonte, junto a las luces de las farolas y el ruido de algunas máquinas. Yo sigo a lo mío, llego a casa, me quedo en camiseta corta y calzonas y me siento delante del escritorio; con mi viejo cuaderno de esquemas mentales que tengo para desahogo personal.
Hay cosas que no quiero decir, así que las escribo. Mi cacao mental de hoy, y me voy a la cama

No se qué pasaría por mi mente mientras estaba dormido, pero la noche había sido agitada; miles de caras, momentos y nombres despertándome con sobresaltos y volviendo al rato. Dormir, pero no descansar.
Me despierto empapado en sudor, con las manos agarrando los lados de la cama y respirando hondo. Noto algo que me arde en el pecho con furia. Tiro del cordel de mi cuello y saco mi colgante rojo, ardiente y latente. No se que le pasa esta vez pero, sin duda, olvido algo.
Ya asoman los primeros rayos de luz y una idea fugaz para por mi mente: "Tu corazón es como un molino antiguo. Antes funcionaba, pero hoy día ya no se usa". Demasiada idea junta, me visto y vuelvo a pasear por el mismo lugar de ayer, chispeando esta vez

Paro en un parque y reflexiono. Justo he empezado a sumirme en mis pensamientos cuando una voz me llama, ella:
—¡Ey, cuánto tiempo!.
—¿¡Tú... qué haces aquí!?.
—Sigues tan borde como siempre... pues, no se qué decirte, chico: viajaba por aquí por casualidad y decidí, por casualidad, pasar por aquí. Con la suerte de que justo estabas aquí.
—Podías haberme llamado. Por casualidad también...
—Perdí tu número cuando lo dejamos, pero nunca tu recuerdo...
—(Tras una pausa y un suspiro) ¿Y eso es lo que haces con todos?...
—Piensa lo que quieras, pero yo te sigo queriendo. ¿De acuerdo?.
—Mira... no estoy de humor, ¿Bah?.
Me levanto y regreso a casa, mi colgante parece querer irse con ella, e hizo lo mismo la mañana siguiente.

"Buenos días, puto mundo" digo esta vez. Me levanto y por la tarde salgo de nuevo a dar de nuevo un paseo, sin compañías que me devuelvan a la realidad.
Suena el móvil. Un mensaje de ella, quiere verme en el mismo parque de ayer. Genial... vuelta a la realidad.
Veo aparecer su figura al poco de llegar yo, con gafas de sol y sonriendo. Se acerca y mi colgante parece querer ir con ella, pero se imanta con un lado concreto de su pecho cuando nos abrazamos.
—¿Qué cojones?...— Me atrevo a decir. Ella saca algo de dentro de su camiseta. Un colgante idéntico al mío. Miro ambos colgantes, subo la mirada hacia sus ojos, y nos volvemos a abrazar.

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