Cuando el amor no llega

—Rosario. Espera, debo decirte algo.
—¿Qué quieres ahora, Flore? tengo que hacer la cena para Miguel y para ti.
—Verás: Como sabrás, tengo cáncer y pronto dejaré de existir. Así que aprovecho para agradecerte que hayas cuidado siempre de Felix Miguel, en paz descanse, de Miguel y de mi.
La mitad de mi vida fue malgastada en un centro de acogida para niños menores de 21 años. Así pues, nunca he tenido juguetes con los que jugar ni chicas con las que tener romances. Como mucho, tu nieto; que siempre quise que fuese familia mía. Es impresionante lo rápido y fuerte que se ha vuelto. ¡Por Dios, si parece que fue ayer cuando jugaba con el a los aviones!.

—Eso es muy interesante, Flore. Pero tengo que hacer la cena; Miguel se va a quejar, va a decir que no estoy a lo que tengo que estar.
—Espera un momento, Rosario. Solo una cosa más, te lo prometo:
Al no haber encontrado al amor de mi vida y haberme dedicado de cuerpo y alma al trabajo, he podido comprar esto—.
Sacó de su dedo anular el anillo de oro con sus iniciales grabadas, ese tan caro que le hizo tanta ilusión comprarse.
—Tómalo, quiero que lo tengas tú y solo tú. Pero no dejes que te lo quiten. ¿Entendido?.
A cambio de este regalo, quiero que cuides a mis pájaros... ya sabes que les tengo un cariño especial. El colorín y el diamante; el pequeño campeón de canto.
Recuerda lo que te he enseñado, yo nunca olvidaré lo que me has enseñado. Ni antes, ni después de muerto—.
—¡Anda, anda. Déjate de tonterías, que todavía te queda!. ¡Anda, tira pal' comedor que en un rato os llevo la cena!.