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viernes, 1 de marzo de 2013

La eterna lucha

Madre e hija, algo olía a que no duraría mucho.
La madre había hecho un pacto con un ente superior: Si ella lo mantenía, su hija, que debería estar muerta debido a un fallo en su cuerpo, seguiría viviendo.
Era una madre un tanto especial, pero la hija era autista y, debido a su problema, se pasaba los días, semanas, meses, años... incluso la vida entera, tumbada en su cama en un rincón mirando a la pared y apenas hablaba y, cuando lo hacía, era con tono apagado y casi ronco.

Eran solo 2 mujeres en casa, las dos con asombrosos poderes naturales que usaban cada vez que era necesario, aunque les daba igual hacer demostraciones delante de la gente.
Un buen día, sin más, la madre rompió el pacto, ya fuese a propósito o sin darse cuenta. En el momento justo en el que se dio cuenta de ello, miró a la niña para ver cómo moría. En efecto, falleció y su alma se enfureció; se creó así en ella una sed de venganza.
El espíritu se deshizo de ese cuerpo que ya no servía de nada.

Flotó esa nueva forma de la niña hacia la madre, para atravesarla y continuar su camino.
La madre se asustó, retrocedió y grito: —¡Aléjate de mi!—. Acto seguido, lanzó uno de sus hechizos, el de retención, para ser más exactos.
Salió, sin necesidad de ser escupido, un chorro corto de agua por la boca de la madre e impactó contra el espectro de la niña, acorralándola contra su antiguo cuerpo. A ésta no le quedo más remedio que irse definitivamente sin haber hecho lo que pretendía.

Pero... ¡Sorpresa!, la niña decidió renacer en otro cuerpo para poder vengarse de la que en otra vida fue su madre, no le sentó nada bien que le dejase morir sin más, como si su vida fuese un artículo de mercado con el que negociar cuándo vivía y cuándo moría.
Esta actitud vengativa fue la que caracterizó los ojos guerreros del niño que nació siendo tripulado por el espíritu de la niña.

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